Llevaba ya una hora caminando, nunca se me había hecho el viaje tan largo, supongo que lo del yonki me había hecho pensar... Hacía mucho que no presenciaba algo tan inesperado, sólo había visto quitarse la vida a una persona antes, y no fué agradable, como la primera vez que tuve que disparar a matar... Aunque son cosas a las cuales has de acostumbrarte, trabajar con la muerte, de tu lado, y en tu contra.
Por fin, vi de lejos el banco, bajo la sombra de el gran árbol de siempre, con sus ramas nudosas, que habían presenciado tanto... Me tumbé en el banco, abrí la pitillera, y saqué el mechero, me encendí uno, y dejé el mechero sobre el banco.
Ya había pasado un rato, y empezaba a tener hambre. Hoy no me daba tiempo a hacerme la comida, asíque tendría que pasarme por el puesto de fideos de debajo de casa, qué se le iba a hacer. Me levanté, volví a abrir la pitillera, y a coger el mechero, pero no estaba. Me giré, y encima del banco no estaba, asíque me acerqué y me agaché para mirar debajo del banco, y allí estaba, junto a un cuaderno negro. Cojí los dos, me encendí un cigarrillo, y fui para casa, ojeando el cuaderno. Estaba en latín, era evidente, y no había ningún nombre en la portada, solo una frase, y sólo reconocía palabras sueltas, similares al castellano, asíque me metería en algún traductor de la red, para intentar saber a quién pertenecía.